El bastón blanco: símbolo de autonomía, libertad y dignidad

Mi vida con el bastón blanco comenzó poco tiempo después de quedar ciego. Todo cambió en septiembre de 1986, cuando recibí un golpe jugando a la pelota que me dejó sin visión. En marzo de ese mismo año, mi vista ya era prácticamente nula. Fue entonces cuando llegó a la Escuela de Ciegos de Valdivia un profesor especializado en orientación y movilidad. Él fue quien comenzó a preparar a las primeras personas ciegas de la ciudad que aprenderíamos a desplazarnos de manera independiente utilizando un bastón blanco. La capacitación duró un año y fue mucho más que un simple curso. Fue una experiencia transformadora. Primero aprendimos las técnicas básicas para movernos con un guía vidente: cómo avanzar por lugares estrechos, subir y bajar aceras o escaleras, entrar a edificios, o identificar los objetos en la mesa usando la referencia del reloj. También aprendimos a usar sonidos como orientación en espacios cerrados, hasta que llegó el momento más esperado: conocer el bastón blanco. Al principio, sentí miedo. Era natural. Salir solo a la calle sin ver genera ansiedad y muchas dudas. Pero poco a poco la confianza fue reemplazando el temor. Fui una de las primeras personas en Valdivia en salir con un bastón, y recuerdo que la gente no sabía muy bien cómo reaccionar. Algunos se ponían nerviosos, temblaban cuando les pedía que me ofrecieran su brazo para avanzar juntos. Creo que, en el fondo, todos estábamos aprendiendo: nosotros, las personas ciegas, y también quienes nos rodeaban. Con el paso del tiempo, el bastón se convirtió en mi compañero inseparable. Me dio libertad para moverme por mi cuenta, para ir a las radios después de clases, para desplazarme por la ciudad y para visitar a mi polola sin depender de nadie. Esa independencia marcó mi vida y me permitió desarrollarme plenamente, tanto personal como profesionalmente. Hoy, el bastón sigue siendo mi herramienta central. Me ha acompañado en mis labores como periodista, en mis recorridos por la ciudad, en mis entrevistas, en mis viajes y en mis momentos de reflexión. Es más que un objeto; es una extensión de mí. Cada toque contra el suelo es una palabra de confianza, una manera de comunicarme con el entorno y con el mundo. La tecnología ha avanzado y existen herramientas que complementan al bastón: GPS parlantes, aplicaciones móviles o perros guías. Sin embargo, el bastón sigue siendo el más fiel compañero de quienes vivimos con discapacidad visual. Es accesible, práctico y universal. A diferencia de un perro guía, no genera barreras ni prejuicios, y su presencia inspira respeto y reconocimiento. Aun así, queda mucho por hacer. Falta conciencia sobre accesibilidad, más calles con guías podotáctiles, semáforos sonoros y veredas despejadas. Falta que las autoridades comprendan que estos elementos no son privilegios, sino derechos que garantizan la movilidad y la seguridad de todos. El bastón blanco es mucho más que una ayuda técnica. Es un símbolo de dignidad, independencia y coraje. Representa el esfuerzo diario de quienes decidimos enfrentar el mundo de pie, sin depender de la vista, pero con los ojos del alma bien abiertos. Cuando veas a una persona ciega caminando con su bastón, no la mires con compasión. Mírala con admiración. Porque con cada paso, esa persona está conquistando su libertad, su autonomía y su propio destino. --- *Datos de contacto:* WhatsApp: +56 9 4085 3188 Correo electrónico: visionen360.2025@gmail.com Instagram: @visionen360 TikTok: @visionen360 Blog: https://unavisionen360.blogspot.com

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