Mi historia es el origen de lo que hoy es “Una Visión en 360”. Hoy te invito a conocerla:

Quién es Jorge Oyarzo y cómo nace la idea de "Una Visión en 360" Nací de forma prematura, a los seis meses de gestación, y pasé mis primeros tres meses de vida en una incubadora. Aquella llegada anticipada al mundo me provocó una retinopatía del prematuro que dañó severamente mi vista desde el inicio. Durante mi primera infancia conservé algo de visión en el ojo derecho, mientras que el izquierdo quedó completamente sin ver. A pesar de esa limitación, crecí rodeado del amor de mi familia y comencé a descubrir el mundo a mi manera, aprovechando al máximo el poco resto visual que tenía. A los 12 años enfrenté un evento que cambió mi vida para siempre. Jugando a la pelota con amigos del barrio, recibí un fuerte pelotazo directamente en mi único ojo con visión. Ese golpe accidental resultó duro a mi corta edad: tras unos meses, perdí por completo la poca vista que me quedaba. Quedé totalmente ciego. Fue un momento difícil y lleno de miedo para un niño de mi edad. Sentí la oscuridad repentina y la incertidumbre de cómo sería mi vida en adelante. Sin embargo, con el apoyo incondicional de mi familia y mi propia determinación, aprendí a adaptarme rápidamente. Descubrí que la ceguera sería parte de mí, pero no me definiría ni me detendría en la búsqueda de mis sueños. Al continuar mis estudios, me enfrenté por primera vez a la discriminación por mi discapacidad. Quise ingresar al Instituto Salesiano de Valdivia para cursar mi enseñanza media, pero lamentablemente fui rechazado por ser una persona ciega. Aquella situación fue dolorosa y me llenó de frustración; era difícil comprender por qué mi deseo de estudiar se veía truncado por prejuicios. Buscamos otra alternativa y, el Liceo Armando Robles me abrió sus puertas de par en par. En ese liceo encontré mi primer gran ejemplo de inclusión real: fui aceptado como un estudiante más, el único alumno con discapacidad visual en un entorno de compañeros y profesores videntes. Allí pude cursar mis estudios secundarios desde primero a cuarto medio, graduándome en 1993. La experiencia en el Armando Robles fue enriquecedora y me hizo sentir valorado; directivos, docentes y amigos me brindaron su apoyo y adaptaron lo necesario para que yo aprendiera junto a todos. Gracias a ese entorno inclusivo, comprobé que con comprensión y voluntad, la educación regular puede acoger a personas con discapacidad sin inconvenientes. A pesar de las dificultades, recuerdo mi niñez y adolescencia como etapas felices. Mis amigos de la población donde vivía y del liceo siempre me trataron con naturalidad y cariño. Nunca me hicieron sentir diferente; al contrario, me integraron en juegos, paseos y travesuras como a cualquiera de ellos. Esa aceptación genuina fue clave para mi autoestima. Aprendí que, aunque yo no podía ver, eso no impedía que compartiéramos risas, sueños y experiencias comunes. Tuve una infancia plena, con recuerdos entrañables, donde la ceguera pasó a segundo plano gracias a la empatía y el respeto de quienes me rodeaban. Desde muy joven tuve un sueño definido en el corazón: quería ser periodista. Me fascinaba la radio, la noticia, la idea de comunicar y dar voz a quienes no la tienen. Al acercarse el final de mi etapa escolar, decidí seguir ese camino profesional. Sabía que no sería sencillo; en Chile de los años 90 prácticamente no existían estudiantes ciegos en las carreras de comunicación. Al postular a la Escuela de Periodismo de la Universidad Austral de Chile en Valdivia, inicialmente enfrenté dudas y vacilaciones por parte de la institución. Era comprensible: nunca antes habían tenido un alumno con discapacidad visual y no contaban con materiales ni métodos adaptados. Hubo quienes me sugirieron elegir otra carrera más “adecuada” a mi condición, pero mi deseo de ser periodista era más fuerte que cualquier obstáculo. Insistí y demostré que estaba dispuesto a esforzarme el doble si era necesario. Con el tiempo, las autoridades universitarias comprendieron mi compromiso. Me dieron la oportunidad y me convertí en el primer estudiante ciego de Periodismo en Chile. Los años de universidad fueron desafiantes: tuve que ingeniármelas para acceder a libros y apuntes, usando grabaciones de voz y la ayuda de compañeros solidarios. Cada examen aprobado fue una pequeña victoria. Finalmente, tras mucho trabajo, logré titularme como periodista. Aquel día de mi graduación sentí un orgullo indescriptible; no solo cumplía mi anhelo personal, sino que abría camino para que otros jóvenes con discapacidad visual se atrevieran a seguir sus propias metas académicas. Con el título de periodista en mano, y no previo a una etapa difícil inicié mi camino laboral lleno de ilusiones. Tuve la fortuna de integrarme al equipo de Radio Bío-Bío en Valdivia, una de las emisoras más importantes del país. Desde el primer momento, viví allí lo que llamo una inclusión verdadera. En la radio me acogieron valorando mi capacidad para reportear y mi pasión por las comunicaciones, sin enfatizar mi ceguera. Pasé de sentirme “el periodista ciego” a simplemente el periodista Jorge Oyarzo, parte de un equipo donde todos aportamos. Mi voz comenzó a sonar cotidianamente en los noticieros y programas, y los auditores valdivianos poco a poco fueron reconociéndome por mi trabajo al aire. Dentro de la emisora jamás me hicieron sentir diferente al resto de los colegas; al contrario, adaptaron todo para que pudiera leer las noticias mediante lectores de pantalla. En el tiempo que trabajé presencialmente disfruté enormemente cada jornada de trabajo, cubriendo eventos, entrevistando fuentes y redactando notas informativas. La radio se convirtió en mi segunda casa y en la prueba de que la inclusión laboral es posible cuando hay voluntad. Mis colegas y superiores confiaron en mí desde el primer día, demostrando que lo importante es la calidad humana y profesional, no las limitaciones físicas. Gracias a esta experiencia, sé lo valioso que es que te den la oportunidad de demostrar tus capacidades en igualdad de condiciones. Paralelamente a mi labor periodística, descubrí otra faceta que me apasiona: la enseñanza de tecnologías accesibles para personas ciegas. La revolución tecnológica de las últimas décadas ha abierto tantas posibilidades, y yo quería asegurarme de que mi comunidad también pudiera aprovecharlas al máximo. Por eso, desde hace años dedico parte de mi tiempo a impartir talleres y cursos donde enseño a otros ciegos y personas con baja visión a usar herramientas como el computador o el teléfono inteligente de forma autónoma. He sido instructor en la Escuela de Discapacitados Visuales Ann Sullivan, entre otros lugares, mostrando cómo un software lector de pantalla puede convertir una computadora común en una ventana de información para quien no ve. Ver la emoción de alguien que envía su primer correo electrónico o navega por internet usando solo la voz sintética que lee la pantalla es una satisfacción enorme. Además de enseñar tecnología, he asumido un rol como dirigente en la Organización de Ciegos del Sur, una institución que trabaja incansablemente por la inclusión y los derechos de las personas con discapacidad visual en la Región de Los Ríos y el sur de Chile. Como presidente de esa organización (cargo que he desempeñado con orgullo durante varios períodos), he liderado proyectos de alfabetización digital, accesibilidad urbana y sensibilización a la comunidad. Mi objetivo siempre ha sido empoderar a otras personas ciegas: que sepan que no están solas, que importan y que pueden desenvolverse plenamente en todos los ámbitos de la vida. Este trabajo comunitario me ha llenado el alma, porque a través de él siento que retribuyo todas las oportunidades que yo tuve, sembrando semillas de inclusión para las nuevas generaciones. Tras todos estos años de vivencias, logros y también momentos duros, he llegado a una conclusión profunda sobre lo que significa ver. He comprendido que ver no siempre es lo mismo que mirar, y que muchas veces quienes no podemos ver físicamente desarrollamos una visión aún más amplia en otros sentidos. La verdadera visión nace de la comprensión, de la empatía y de la capacidad de apreciar la esencia de las cosas más allá de su apariencia. Con esa convicción en el corazón, decidí crear este blog llamado "Una Visión en 360". La idea surgió de mi deseo de compartir con ustedes una mirada diferente de la vida, una mirada completa, de 360 grados, que abarque tanto las luces como las sombras de mi experiencia. Aquí relato mi historia y mis anécdotas no para inspirar lástima, sino para demostrar que una persona ciega puede vivir plenamente, perseguir sus sueños y contribuir a la sociedad. También quiero usar este espacio para brindar herramientas prácticas: recomendaciones de tecnología accesible, consejos para la inclusión educativa y laboral, y reflexiones sobre cómo podemos construir entre todos un mundo más inclusivo. Una Visión en 360 nace, en resumen, del anhelo de conectar dos mundos que en el fondo no son tan distintos: el mundo de quienes vemos con los ojos y el de quienes vemos con el corazón. Espero que, al leerme, te animes a derribar mitos sobre la ceguera, a aprender algo nuevo y a acompañarme en esta travesía de vida. Gracias por acompañarme... Aquí ver no siempre es mirar, pero el comprender, sí lo es. Jorge Oyarzo Oyarzo. Una Visión en 360... Tu lugar.

Comentarios

  1. Jorge mucho gusto saludarte leí tu historia te felicito te escucho hace mucho tiempo ayudando y compartiendo información en el WhatsApp de Ciegos Tecnológicos y siempre me pareció que tú eras locutor o animador o periodista y no me equivoqué al saber tu historia me confirmaba que andaba por ahí al escuchar tu voz y al explayarte también en las explicaciones me has ayudado un par de veces también a mí en dudas tecnológicas que he tenido te felicito y espero que sigas ayudando a las personas en la tecnología sobre todo para los que somos un poco menos tecnológicos y nos cuesta más

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